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Todos los años se importan vinos desde Chile, en el período 2009 – 2010 la cifra podría llegar a 50 millones de litros. También te contamos lo que nunca se dijo sobre la iniciativa del Ministerio de la Producción de la provincia de San Juan, Argentina de crear el primer vino binacional argentino – chileno que terminó cuando los inspectores del INV constataron el 13 de julio de 2009 que los 220 litros de vino Carménère aportados por Viña Falernia de Chile fueron derramados. 

Imagen Diario de Cuyo

La (breve) historia del primer vino argentino – chileno de alta gama
La idea para afianzar simbólicamente la integración de la provincia de San Juan y la IV Región de Coquimbo surgió en el Ministerio de la Producción sanjuanino conducido por Raúl Benítez y fue propuesta a las autoridades chilenas y a los empresarios chilenos y argentinos que participan de las iniciativas de integración durante 2008. Pese a que se sabía que la legislación de ambos países prohíbe este tipo de blend de vinos tanto las autoridades ministeriales como los empresarios (representados por los presidentes de la Cámara Vitivinícola de San Juan y la Federación Económica de San Juan, Angel Leotta y Carlos Otto respectivamente) señalaron en distintas oportunidades que se buscaría una solución a través del órgano de aplicación de la Ley General de Vinos, el Instituto Nacional de Vitivinicultura. Confiados los funcionarios del Ministerio siguieron adelante con el proyecto y solicitaron la colaboración de dos empresas: Viña Falernia por Chile y Viñas de Segisa por Argentina quienes aceptaron cooperar y comenzaron a trabajar, la primera con la variedad emblemática de Chile el Carménère y la segunda con el Syrah variedad ampliamente difundida en la provincia cuyana. El vino de Falernia ingresó con autorización del INV por el Paso Agua Negra junto con la comitiva chilena que participó en la Fiesta del Sol 2009 en una barrica francesa conteniendo 220 litros de vino Carménère la cual fue llevada a la bodega sanjuanina ubicada en la localidad de Pocito, donde se realizaría el blend. Pero de ahí en más todo se complico. Según fuentes consultadas en el Instituto Nacional de Vitivinicultura (todo lo actuado consta en el expediente S93–0000788–2009) se procedió a INTERVENIR el vino desatando una cadena de actos administrativos que en la práctica impidió que se llevara a cabo la acción de integración regional durante la Fiesta del Sol. Pese a esto el Ministerio intentó destrabar posteriormente el asunto pero los funcionarios del INV optaron por endurecer su posición lo que llevó en la práctica al desistimiento de la iniciativa. Finalmente el vino terminó derramado debido a “una rotura” de su contenedor, hecho que fue constatado por los inspectores el día 13 de julio de 2009 dando así por terminado el episodio.
 

Foto Federico Lebato
¿El otro vino argentino – chileno?
Ciertamente la Ley General de Vinos prohíbe en su Art. 22 “la mezcla de productos importados entre sí y con vinos nacionales". Pero eso no impide que regularmente se importe vino de baja gama en pequeñas cantidades desde Chile. La última vez que escaseo uva de manera significativa debido a inclemencias climáticas fue en el año 1992, en consecuencia se importó vino en el período 1993 – 1994 por 28.932.500 litros y 23.346.000 litros respectivamente. Para el actual período 2009 – 2010 fuentes privadas han estimado la cantidad a importar entre 30 y 50 millones de litros, insignificante si se la considera en el contexto de los más de 1.000 millones producidos por Argentina todos los años. Estos vinos no pueden ser mezclados con los nacionales y además una vez fraccionados el etiquetado debe consignar entre otras menciones obligatorias “el nombre del país del cual es originario el producto”. Eso es lo que la ley manda pero según enólogos consultados que prefieren guardar el anonimato, en la práctica ocurriría algo distinto con estos vinos de baja gama: “los vinos provenientes de zonas, varietales y añadas distintas deben recibir diversos tratamientos enológicos con vistas a la homogenización y tipificación de las partidas según sea la línea y gama, por lo tanto los vinos sean estos nacionales o no, se mezclan y es imposible distinguir la proveniencia del vino que posteriormente será fraccionado”, “lo que buscamos en Chile ahora es vino tinto con altos índices de color”. La única prueba de estas maniobras comerciales y enológicas que podrían ser habituales la aportó el ex gobernador sanjuanino Alfredo Avelín cuyos principios le impedían hacer “la vista gorda” sobre hechos reñidos con el derecho. En el inolvidable año 2001 protagonizó un episodio en el que intentó prohibir la venta de vino chileno importado a granel, mezclado y fraccionado bajo denominación Argentina. La acción no tuvo eco en el resto de Cuyo pero lo interesante es que es uno de los pocos antecedentes históricos que denuncian una práctica que contradice la letra de la Ley General de Vinos.
 

Foto Federico Lebato
Legalidad y discrecionalidad
En el primer caso se apeló sin éxito a la discrecionalidad administrativa para que actuase a favor de la iniciativa simbólica de integración regional. En el segundo se estaría actuando discrecionalmente al “permitir” en beneficio de la vitivinicultura argentina, que estos vinos de color se corten con los argentinos. De transformarse el primero en una realidad comercial sería de bajísima incidencia económica general lo mismo que en el caso de los vinos de baja gama según lo demuestran las series estadísticas oficiales. En los dos casos se recurre al criterio de las autoridades pertinentes frente a los vacíos de la ley o los intereses económicos del sector. Pero lo que es más importante se observa una tensión creciente en la interrelación necesaria entre la legalidad y la discrecionalidad administrativa, un síntoma más de que los cambios estructurales de la vitivinicultura Argentina no han terminado y que quizás es necesaria una revisión de la Ley General de Vinos.
 
A beber se ha dicho!





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