Subscribe
Compartir en FACEBOOK
Add to del.icio.us
15 oct 2009

Los gurús del vino

Eduardo Brethauer es uno de los mejore periodistas del lado occidental de los Andes y pese a que su apellido insinúa un defecto su estilo es gran crû. Aquí les copio su última nota, disfrútenla.

Fuente: Brethauer TOQUE BRET
¿Cuánto pesan los gurús de la crítica?
Los hay gordos, algo torpes y con serios problemas de desplazamiento, pero también atléticos, ágiles y muy difíciles de alcanzar. Sin embargo, todos ellos tienen algo en común: sus puntajes pueden marcar la suerte de un vino. Obtener más de 90 puntos puede ser una bendición, pero también un peligroso juego en el cual los productores pueden terminar bailando al ritmo de estos críticos, perdiendo su carácter, su identidad, su alma.
Jay Miller, el escudero de Robert Parker Jr., está frente a un centenar de botellas. Introduce su nariz en la copa y respira las notas de los valles chilenos. Luego el vino rebota contra las paredes de su paladar. El enólogo, el autor del vino, lo mira fijamente a los ojos, esperando encontrar alguna señal de aprobación. Pero nada. La mirada del catador es impenetrable. Su rostro es rígido. No se le mueve un músculo (como un paciente que sale del quirófano de un cirujano plástico). El ambiente es tenso. Se puede cortar con un tenedor. Y el enólogo se siente incómodo. Nervioso e indeciso. No sabe si preguntarle su opinión sobre el vino o respetar el sepulcral silencio. Finalmente no abre la boca. Miller tampoco.
Meses más tarde The Wine Advocate publica los puntajes de los vinos chilenos. Algunos celebran como si fuera año nuevo. Otros, mastican su frustración. Los puntajes de las revistas especializadas, como The Wine Advocate, Wine Spectator, Wine Enthusiast, Wine & Spirits o Decanter, han cobrado una singular relevancia (quizás demasiada). Obtener más de 90 puntos puede cambiar la suerte de un vino, mientras que menos de 80 puede provocar un drama de proporciones. Los puntajes de estas publicaciones han adquirido tanta influencia que muchas viñas los utilizan como su principal herramienta de marketing, especialmente en aquellos mercados inmaduros, donde los consumidores aún no confían en sus sentidos.
María Luz Marín, propietaria y enóloga de Casa Marín, afirma que los buenos puntajes que obtuvieron sus vinos fueron vitales para darse a conocer en Inglaterra y el mundo entero, sobre todo para una viña nueva, desconocida, pequeña, que trabaja con cepas atípicas para Chile y cuyos vinos no son precisamente baratos.
Cuando en 2003 aparecieron sus vinos sobre los $ 18.000 no existían blancos que se acercaran en precio. Ni siquiera de lejos. Sin embargo, hoy las cosas han cambiado. Muchas viñas han seguido ese estilo más fresco y jugado. Y también han subido sus precios. “Casa Marín le subió el pelo a los vinos blancos chilenos. Ha sido la punta de lanza que ha abierto caminos. Me gusta mucho haber sido la precursora, pero creo que no ha habido un reconocimiento…”, afirma María Luz.
Típico de Chile.
Para la enóloga los puntajes siguen siendo importantes, pero ya no es un asunto de vida o muerte. “Los uso mucho dentro de todo el marketing que hago. Ahora, si eso sirve como herramienta de venta, tengo mis dudas. En tiempos de crisis el factor precio es el que manda. Pero yo sigo dando a conocer mis puntajes. Estamos trabajando para cuando vengan tiempos mejores. No vendo para hoy, sino para mañana”, explica.
Roberto Carrancá, enólogo de Indómita Wines, admite que para la viña tienen mucha importancia los puntajes porque han influido concretamente en las ventas. Cuando partieron con el proyecto, la viña logró dos grandes medallas de oro consecutivas en Catad’Or Grand Hyatt y con dos cepas distintas. “El vino no lo compraba nadie, pero estábamos felices”, recuerda el enólogo.
Después, en el concurso Decanter, su Cabernet Sauvignon fue elegido como el mejor de Chile bajo 10 libras. “Eso fue un verdadero empujón en Reino Unido, cuando recién estábamos entrando al mercado. El resultado fue providencial, más todavía porque es el vino que más vendemos”, agrega.
José Miguel Viu, director ejecutivo de Viu Manent, también destaca la importancia de los altos puntajes. “Más allá de nuestra performance en las revistas, es una herramienta tremenda y potente. Últimamente estamos profundizando nuestra relación con los medios, especialmente con los periodistas. Ya no lo estamos dejando sólo en manos de nuestros importadores como lo hacíamos antes”, explica.
Recuerdo que hace algunos años el crítico Oz Clark dijo en su programa de la BBC de Londres que Cono Sur producía el mejor Pinto Noir del mundo bajo 6 libras y las botellas literalmente desaparecieron de las estanterías. “Los puntajes son súper importantes desde el punto de vista comercial. Tienen un gran impacto en la venta. Y, al mismo tiempo, es un termómetro para valorar cómo estamos haciendo las cosas”, dice Adolfo Hurtado, gerente general y enólogo de Cono Sur.
También rememora cuando su 20 Barrels Sauvignon Blanc fue elegido el mejor del mundo en el rango de las 10 libras. Adolfo Hurtado estaba parado en una escalinata de mármol del Museo de Historia Natural de Londres. Cuando escucha su nombre, y camina a recibir el premio, sencillamente no lo podía creer. Este vino provenía de un nuevo viñedo muy próximo a la costa y esta distinción reafirmaba su arriesgada apuesta. “Cuando estábamos comenzando el proyecto fui con unos periodistas a mostrarles el fundo El Centinela. Recuerdo que estaba con uno de ellos y le dije que de ahí saldría el mejor Sauvignon Blanc del mundo. No estaba tan equivocado”, se ríe.           
HUELE RANCIO
Pero estas influyentes publicaciones no han estado exentas de cuestionamientos. No nos olvidemos que el año pasado Wine Spectator cayó como un niño en una bien urdida trampa, premiando la carta de vinos de un restaurante que no existía. El mismo Jay Miller, por otro lado, causó más de una polémica durante su última visita a Argentina. The Wine Advocate siempre se ha ufanado de su independencia, no acepta pasajes, botellas ni llaveros, pero un colega buena onda denunció que su viaje había estado financiado por las viñas argentinas.
“Cuando se reduce el universo de paladares la cosa se pone más peligrosa. La verdad es que a estos gurús les creo menos que a un panel de profesionales. Es una cuestión de objetividad. El crítico puede caer en imparcialidades porque conoce al enólogo, a la viña, al proyecto… Para mí el negocillo es medio rancio. No huele bien”, dice tajante Roberto Carrancá.
También se les cuestiona a los líderes de la crítica norteamericana su marcada preferencia por los vinos dulces, concentrados, a veces sobreextraídos, con mucha madera y con taninos suaves e inofensivos. Este gusto particular, sumado a su enorme influencia, estaría causando un fenómeno de estandarización de la oferta de vinos. La premisa es que muchos productores elaboran vinos para complacer a estos críticos, dejando a un lado su personalidad distintiva: su identidad.
Pero Adolfo Hurtado no está de acuerdo. “Ellos prefieren esos vinos más jugados, de lugar, con un enólogo y vinificación específicos. Por ejemplo, los 20 Barrels Sauvignon Blanc, Chardonnay y Pinot Noir son de un campo nuevo como El Centinela, ubicado a sólo 7 kilómetros del mar. Es un viñedo que no se chapoda porque el fuerte viento mantiene absolutamente controlado el vigor de las plantas. Todo eso se transforma en puntaje. No son vinos anónimos”, sostiene.
Y agrega: “No, no coincido con eso de la estandarización. No se puede hablar de estandarización si pensamos en los más altos puntajes de los vinos chilenos. Almaviva, Clos de Apalta, Terrunyo y Don Melchor son vinos muy diferentes. Y eso es muy bueno para nosotros”, agrega.
María Luz Marín recuerda su experiencia frente a Jay Miller en su bodega en Lo Abarca. “Fue muy incómodo. Había que cortar el ambiente con navaja. Lo único que recuerdo fue un gesto cuando probó el Syrah. Fue como un gesto de sorpresa, pero sin decirme nada. No, no creo que estén prefiriendo vinos más livianos y frescos. Los críticos lo dicen de la boca para afuera, pero a ciegas siempre la dan mejores puntajes a los vinos voluptuosos y maderizados. A mis vinos les dieron muy buenos puntajes porque los probaron solos y sabían de donde venían”, cuenta.
CONVENIENTE ANONIMATO
El que no la cuenta dos veces es José Miguel Viu. Acostumbrado a que sus vinos obtengan puntajes sobresalientes en las más importantes revistas especializadas, esperaba confiado el ranking de The Wine Advocate. Sin embargo, la sorpresa fue MAYÚSCULA cuando vio que sus principales estrellas, incluso su icono Viu 1, punteaban bajo los 70 puntos.
“Fue un impacto tremendo”, recuerda. “No entendía nada. No podía creer esos puntajes, cuando en años anteriores el mismo vino había rankeado 92 y 92+. Además me parecía muy extraño que se hayan publicado, pues la revista acostumbra a no hacer públicos los puntajes bajo 80”, cuenta.
José Miguel Viu se preguntaba muchas cosas, incluso la posibilidad de un sabotaje.
Después de hacer la investigación correspondiente, descartando la posibilidad de que un delincuente haya cambiado los vinos, se encendieron las primeras luces. En la misma fecha en que enviaron los vinos a Miller estaban preparando unas muestras para una producción fotográfica para un catálogo. No quedaba vino, así es que rellenaron las botellas con granel. “Suponemos que se confundieron las botellas”, dice.
E inmediatamente comenzó a realizar las gestiones para intentar solucionar este tremendo desaguisado. A través de Wines of Chile envió una carta explicando lo que pensaba que había ocurrido. Miller encontró que la teoría era aceptable. Viajaron a los Estados Unidos y se arrancaron con Grant Phelps, el enólogo de la viña, al centro de operaciones del catador (Bin 604) y le presentaron alrededor de 15 vinos con algunas verticales.
Una vez más Miller no pronunció palabra alguna, pero meses después publicaron los nuevos puntajes. Sí, todo volvía a la normalidad.
“La verdad es que sólo quería componer nuestra imagen frente a Miller, pero jamás pensé que publicaría los nuevos resultados. Pero él fue un caballero. Hizo algo que nunca había hecho”, comenta.
-¿Y cómo fue la reacción del mercado? -le pregunto.
-Estábamos esperando una reacción muy dura, pero no fue así. De lo 40 mercados donde participamos, sólo en 5 me preguntaron sobre el incidente. En los Estados Unidos tampoco fue muy gravitante. La gente rescata sólo los buenos puntajes. Si no haces bulla, la cosa queda ahí.
Más grave hubiera sido que un vino como Viu 1 sacara 82 puntos. Resulta extraño bajar 10 puntos de una cosecha a otra, pero bajar más de 20 es inverosímil (aunque Miller haya catado a ciegas). Esto dio pie para que el mercado reaccionara de buena forma, pues esos puntajes rápidamente fueron cuestionados.
Algo parecido pasa en los concursos. Muchas viñas prefieren no ganar medallas antes que una de bronce e incluso una de plata. “No voy a hacer stickers por medallas de bronce o de plata. A veces es mejor no recibir nada que recibir esas medallas, pues así nadie se entera que concursaste”, dice Adolfo Hurtado.
¿Y EL CONSUMIDOR?
El grupo Errázuriz se había mantenido bastante al margen de esta discusión. Su relación con los gurús de la crítica era más bien fría y distante. Eduardo Chadwick, el presidente de la compañía, no miraba con buenos ojos que los representantes de estas influyentes publicaciones cataran los vinos con la etiqueta a la vista, pues, en menor o mayor grado, podría condicionar su apreciación sobre el vino. Es por eso que concibió la idea de organizar las llamadas Catas de Berlín, donde sus vinos se enfrentan con los más renombrados representantes franceses e italianos, los que son evaluados a ciegas por un grupo de expertos de diferentes países.
Los resultados han sido notables. Sus vinos insignes se han impuesto en muchas ocasiones sobre estos verdaderos monstruos europeos.
Pero hoy está contento, muy contento con los altísimos puntajes que han conseguido sus vinos en The Wine Advocate. Viñedo Chadwick, por ejemplo, logró nada menos que 96 puntos. Le pregunto derechamente si ha habido un cambio de estrategia en la viña. Chadwick sonríe y sólo se limita a decir que los resultados fueron “un suspiro de alivio. Una alegría”.
Me pongo majadero e insisto. Le pregunto si cambiaron o están dispuestos a cambiar su estilo de hacer vinos para lograr tamaños puntajes. “No estamos dispuestos a hacer bombas pesadas para el mercado norteamericano. Nosotros no hemos cambiado nuestro estilo enológico. Ellos cambiaron. Ahora están premiando las sutilezas”, responde.
-La verdad: ¿les gusta realmente como catan? -vuelvo a preguntar.
-(Después de un largo silencio) Hay críticos más durangos, a los que hay que pegarles más de un golpecito –sonríe.
Pero el verdadero golpe lo pegó Caliterra, la viña más joven del grupo. Lo confieso. Me sorprendieron mucho los 93 puntos de Cénit. No porque sea un vino mediocre (todo lo contrario), tampoco porque sea en base a Malbec, sino porque representa apenas su segunda cosecha.
De acuerdo a Rodrigo Millán, gerente de marketing de Caliterra, los resultados han sido notables. “Puntajes como el de Cénit te empujan el carro y nos confirman que  en nuestros viñedos en Colchagua podemos hacer vinos iconos. El campo es espectacular. Nuestro Tributo Carmenère obtuvo 90 puntos y no cuesta más de US$ 15”, sostiene.
El ejecutivo va más allá y dice que el reconocimiento que han logrado los vinos chilenos en el exterior es fantástico y genera muchísimas expectativas en el corto plazo. “Chile está comenzando a hacer vinos de colección. Esos vinos que se venden en verde, cuando todavía no salen al mercado. Y eso realmente es significativo”, afirma.
Según Hernán Amenábar, enólogo jefe de Undurraga, hay que valorar las buenas puntuaciones porque son muy importantes en el ambiente vitivinícola, pero no se echa a morir cuando eso no ocurre. “Son paladares líderes de opinión, pero en ocasiones no demuestran el gusto del consumidor. Uno hace los vinos de volumen para que se vendan. Y generalmente esos vinos, más comerciales, si se quiere, no se relacionan con los grandes puntajes”, explica.
A pesar de que su Founder’s Collection Cabernet Sauvignon ha alcanzado grandes alturas, piensa que es un poco exagerada la importancia que se les da a estos críticos. Para él la cuestión es muy simple: “Si te va bien, potencias tus puntajes. Si te va mal, los minimizas. Ni tanto ni tan poco. Recibo las felicitaciones y las desilusiones muy moderadamente. Mi pega es hacer vinos con identidad, pero que se vendan”, explica el enólogo, haciendo gala de la experiencia que sólo dan los años.
En la misma línea opina Roberto Carrancá: “La principal meta de un enólogo es que su vino se venda bien, sobre todo una viña comercial como Indómita. En segundo término, es ofrecer propuestas nuevas. No se trata de descubrir la Coca Cola y seguir repitiendo la fórmula, sino hacer también cosas más personales y novedosas como nuestra mezcla tinta Zardoz”, opina.
“Uno tiene la suerte como enólogo de estar con mucha gente. La cantidad de comentarios que recibes es infinita, desde Canadá hasta Japón. Mi estilo es personal, pero está moldeado por esas millones de apreciaciones”, complementa Adolfo Hurtado.
Insisto y digo que me consta que hay muchas viñas que basan gran parte de su estrategia de venta en los puntajes y medallas. Obtener buenos puntajes, continúo, se ha convertido en una peligrosa obsesión, pues las presiones que recibe el enólogo son fuertes y, cuando no se logran los resultados esperados, se pueden tomar decisiones erradas que pueden desvirtuar un trabajo que se ha venido haciendo por años.
Le pregunto a Brett Jackson, enólogo jefe de Valdivieso, si realmente se deja llevar por los puntajes y los gustos de los críticos a la hora de hacer las mezclas. Me dice que no piensa en los críticos, sino en los consumidores.
-Pero también me gusta explorar y darme mis gustitos como Éclat o Chardonnay Single Vineyard Wild Fermented –agrega.
-¿Y coincides con los puntajes que reciben sus vinos?
-A veces uno se sorprende un poco, pero tienen su peso y validez -contesta con diplomacia.  
-¿Y qué te parecen los altos puntajes que están recibiendo ahora los vinos chilenos?
-Los vinos chilenos son buenos. ¿Por qué los críticos se demoraron tanto en darse cuenta?
-Brett, dime la verdad, ¿te gusta como catan?
-Eso lo podemos discutir otro día… -se ríe.
Y luego calla, como Jay Miller.



A beber se ha dicho!

Related Posts with Thumbnails